Encañonado por un militar en el portón de Zacatraz

Crónicas guanacas [3.0]
4 min readOct 20, 2023

Dentro de unos tres minutos, cuatro lo más, un militar de la Fuerza Armada de El Salvador me tendrá encañonado con su fusil ARAD, y luego me interrogará y me amenazará con ser detenido, pero ahora, justo ahora, todo en mí es satisfacción, casi felicidad. Vengo de entrevistar largo a una familia en un cantón ignoto en el límite entre La Paz y San Vicente, y manejo jubiloso mi carrito, la música recia, canturreando yo, convencido de que el drama infinito que acabo de escuchar pronto se convertirá en un reportaje poderoso.

Hoy es 21 de septiembre de 2023, son las 11:19 de la mañana, y estoy regresando a Zacatecoluca, donde he venido a reportear por unos días. Llevaba algunos años sin manejar por esta carretera, la que viene de San Vicente. Y casi feliz voy cuando, de pronto, el primer túmulo frente al Centro Penal de Máxima Seguridad, ese que todos conocemos como Zacatraz.

Alguno sabrá: yo escribí un libro muy querido que lleva por título Carta desde Zacatraz, y me tocó entrar seguido en esta cárcel. Supero el túmulo, veo que hay algunos cambios estéticos en la entrada del penal y se me ocurre tomar una fotografía, como hice más de una vez años atrás. ¿Qué malo podría pasar?

Enciendo las luces de emergencia, detengo mi Kia en el concreto de la plataforma de acceso al penal, bajo del carro –aún– contento, y camino como si nada hacia el portón, celular en mano. Justo enfrente hay una especie de cubículo rudimentario y, dentro del cubículo, un agente de la Policía Nacional Civil sentado, pero tan concentrado en su teléfono que ni se percata de que estoy a unos seis metros de su espalda, quizá menos. Tomo una foto, doy unos pasos, tomo otra.

Me giro hacia el policía y le doy los buenos días; sólo así logro que deje de mirar sus redes sociales. Le pregunto si puedo tomar unas fotos del portón. Me dice que no, razonablemente amable, que necesito un permiso. Me despido, media vuelta y desando los 25 metros hasta mi carrito. Me subo y es justo ahora cuando el militar me encañona con su fusil ARAD.

— ¿Qué está haciendo?

— Me paré para ver si podía tomar unas fotografías.

Empieza lo serio. Me ordena que me parquee más adelante, junto al acceso al puesto de la Fuerza Armada que opera junto a Zacatraz. Los tonos y las formas son toscos, agresivos. Me ordena que apague el motor. Me ordena que baje del vehículo. Me ordena que le dé mi documentación. Me pregunta que qué hago, que por qué quiero fotografiar, que si tengo tatuajes, que si soy pandillero. Me ordena que me levante la camisa, que dé la vuelta. Yo, bastante tranquilo, la verdad. Prefiero no jugármela respondiendo que soy periodista y le digo que escritor, que publiqué un libro que lleva por título Carta desde Zacatraz, que estuve dentro de esta cárcel, que llevaba algunos años sin manejar por esta carretera, que los cambios estéticos, que me hacía ilusión llevarme una imagen. Nada aplaca la tosquedad. Que me puede encerrar, vocifera. Que sólo con permiso de Centros Penales se puede fotografiar, vocifera. Que ni siquiera desde el vehículo en marcha se puede, vocifera. Él ya ha fotografiado con su teléfono mi carné, a mí, las placas de mi Kia, mi Kia. Lo ha enviado todo. La tosquedad siempre, la altanería. Me amenaza con ser detenido, me deja claro que podría remitirme ya mismo, que podría cagarse en mí si así lo quisiera.

Van ya… qué sé yo, quince o veinte minutos bajo el sol. En cuanto sentí los tonos y las formas, me he limitado a hacer cuanto me ha ordenado y a responder cuanto me ha preguntado. Tranquilidad casi absoluta. Llevo puesta una réplica de la camisola que vistió el Mágico González los cuatro meses de 1985 que jugó para el Real Valladolid, y estoy convencido –por experiencias similares previas– de que mi acento extranjero esta vez juega a mi favor.

— Puede irse, pero va a quedar registrado; que no se vuelva a repetir –me dice con la altanería que da un régimen de excepción eterno.

Una de las fotografías no quedó tan maluca, dadas las circunstancias, pensaré cuando las vea al rato, tirado en la cama del hotelucho de Zacatecoluca en el que me estoy hospedando.

Fotografía del portón de acceso al Centro Penal de Máxima Seguridad de Zacatecoluca, tomada a las 11:23 de la mañana del 21 de septiembre de 2023.

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Written by Crónicas guanacas [3.0]

Periodista, escritor, catedrático, padre. Escribí 'Made in El Salvador', 'Carta desde Zacatraz' y 'Hablan de Monseñor Romero', entre otros.

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