El Salvador no es el país más seguro del hemisferio occidental
No.
El Salvador no es el país más seguro del hemisferio occidental. Y afirmarlo no dejará de ser una mentira por más que el aparato propagandístico gubernamental lo repita mil veces.
“Hicimos de nuestra nación, que fue una vez la capital mundial de los homicidios, el país más seguro de todo el hemisferio occidental”, dijo el 24 de septiembre el presidente salvadoreño, Nayib Bukele, en su intervención ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Ser o no “el país más seguro del hemisferio occidental” no es una cuestión de opiniones o de percepciones, mucho menos de filias o fobias políticas. No existen datos oficiales ni oficiosos, maquillados o sin maquillar, que sustenten esa afirmación. Como desarrollaré en la segunda mitad de esta columna, el pequeño país centroamericano ha logrado un descenso formidable en su tasa de violencia homicida, que intuyo que se estudiará en el futuro en facultades y congresos, pero la grandilocuente frase que proclama con bombo y platillo el bukelismo es falsa.
Oficialmente, El Salvador cerró 2023 con 154 homicidios, para una tasa de 2.4 homicidios por cada 100 000 habitantes. La tasa de Canadá en 2023 fue de 1.9. Punto. Controversia cerrada. Si hubiera que elegir el país más seguro del continente en función de la tasa de violencia homicida, el himno que sonaría no sería el de El Salvador. Ni siquiera es necesario entrar en el debate sobre el maquillaje de la tasa oficial que hace el Gobierno: excluyeron, por ejemplo, los 38 homicidios que cometieron las fuerzas de seguridad en supuestos intercambios de disparos con presuntos delincuentes. En Canadá sí se contabilizan. También en Guatemala, Chile, Costa Rica, Ecuador, Bolivia, Jamaica, etcétera.
Entonces, ¿por qué está mintiendo el bukelismo sobre este tema? Pues habría que estar en la cabeza de Bukele para saberlo, pero ahí va mi interpretación: a inicios de 2024, cuando Canadá aún no había fijado su tasa-país de 2023, la tasa vigente era la de 2022, que era de 2.3 homicidios por cada 100 000 habitantes, apenas una décima inferior que la cifra oficial —y maquillada— de El Salvador.
Bukele escribió su primer tuit sobre el tema el 28 de enero: “Convertimos el país más inseguro del mundo en el país más seguro de todo el hemisferio occidental. Dato mata relato”. ¿Cómo llegó a esa conclusión? Bukele tomó los datos —maquillados— de 27 días de enero, los proyectó para todo 2024, y comparó ese resultado con la tasa canadiense de 2022. “De continuar la tendencia, la tasa de homicidios sería de 1.6 por cada 100 000 habitantes”, apuntilló Bukele dos días después en otro tuit. Es decir, el oficialismo comparó la tasa salvadoreña de enero de 2024 con la tasa canadiense de todo el año 2022. Después, el poderoso y bien aceitado aparato de propaganda del bukelismo hizo el resto.
Canadá tuvo una tasa de violencia homicida inferior a la de El Salvador en 2022, en 2023 y todo indica que también en 2024. Con los datos oficiales —y maquillados— al 30 de septiembre, la tasa salvadoreña proyectada para el año en curso es de 2.2.
El Salvador no es el país más seguro del hemisferio occidental. ¿Estamos?
El bukelismo podría haber optado por una afirmación del tipo ‘el país más seguro de Latinoamérica’, un logro mayúsculo, reluciente y más acorde con la realidad, pero al propio Bukele o a alguno de sus asesores se les calentó la cabeza y apostaron por un axioma falso.
Hemisferio occidental, hemisferio occidental… Incluso si por una improbable casuística, El Salvador finalizara 2024 con una tasa inferior a la de Canadá —y nos olvidáramos del maquillaje— , el Western Hemisphere, técnicamente, incluye todo lo que está al oeste del meridiano de Greenwich. Países como Portugal, Irlanda, España o Islandia, con tasas inferiores a 1 homicidio por cada 100 000 habitantes, forman parte del Hemisferio Occidental.
La posverdad se define como la distorsión deliberada de la realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en los comportamientos sociales. Este que nos ocupa es un caso de manual. Por supuesto, ni esta columna ni nada van a evitar que el bukelismo siga repitiendo que somos “el país más seguro del hemisferio occidental”, aunque sea falso. El régimen adoptó esa falacia para su estrategia propagandística y no van a rectificar, porque en estos tiempos la verdad es lo de menos.
Entonces, no. La sociedad salvadoreña no es la más segura del hemisferio occidental. Pero, aclarado esto, y para que no se vengan arriba los del otro bando, los antibukelistas fanatizados, los que también se retuercen ante la imparcialidad como una ostra bañada en limón, hay que reconocer que la mejora radical en el ámbito de la seguridad pública que ha vivido el país desde que Nayib Bukele tomó las riendas del Ejecutivo el 1 de junio de 2019 resulta inapelable.
En 2018, la tasa de El Salvador fue de 50.4 homicidios por cada 100 000 habitantes, frente a los 2.4 de 2023 —un punto más sin maquillaje—. El país cerrará 2024 con unos 140–150 homicidios, cuando en un solo mes de 2015, agosto, se registraron 918 asesinatos. Los feminicidios se desplomaron entre 2018 y 2023: de 232 a 27, pero ahí están las oenegés y sus ‘periodistas’ satélite haciendo piruetas para maquillar ese descenso (¡del 88 %!!) en un tema tan sensible. En cuanto a las personas desaparecidas, en los primeros nueve meses de 2021 se registraron 524 denuncias que seguían vigentes al 30 de septiembre; en 2024, son 105 en idéntico período. Y así sucede con todos y cada uno de los indicadores delictivos históricamente atribuidos a las maras, cuya presencia se ha diluido en la mayoría de colonias, barrios y cantones en los que estos grupos criminales impusieron durante décadas a los vecinos el ver, oír, callar.
En resumen, los salvadoreños llevan un par de años viviendo una genuina primavera en cuanto a seguridad pública, algo apreciado sobre todo por quienes más sufrieron el fenómeno de las maras. No obstante, afirmar que somos “el país más seguro del hemisferio occidental” es un bluf, un embuste, un constructo propagandístico. El Salvador es una sociedad militarizada; sigue gastando millones de dólares en seguridad personal para los diputados y funcionarios que replican como loras que se sienten más seguros que en Canadá; los vigilantes privados custodian día y noche con fusiles calibre 12 farmacias, panaderías y colegios; nadie en su sano juicio dejaría la mochila en su carro en el parqueo de un centro comercial porque “la empresa no se hace responsable por daños o pérdidas en su vehículo” y, de remate, las redes sociales supuran violencia, que es eso que estarás sintiendo ahora hacia quien firma esta columna… si eres de los que prefieren una mentira confortable a una verdad incómoda.
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